Pareciera imposible. Irrealizable. Como si se tratase de un tortuoso camino. Tal parece ser que es muy complicado seguir determinadas reglas, “guidelines” dirían los gringos, determinado orden de hacer las cosas. De lecturas iniciáticas de Kant desprendo que todo, absolutamente todo, está regido por normas, unas palpables, otras abstractas. Todo tiene una razón de ser, un ciclo, un esquema definido de cómo realizar determinadas acciones, especialmente en el ámbito laboral. Todo posee una secuencia lógica. Pero la estupidez ignora todo, subyuga a las personas, las destruye. Albert Einstein dijo una vez: “Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy tan seguro”.
A pesar de tener instrucciones precisas y claras sobre como realizar determinadas tareas, pero la mayoría de las personas no actúan conforme a las mismas. Los humanos, poco a poco, han ido transformándose en entes impensantes, en idiotas. Hemos adquirido con el pasar del tiempo una actitud pasiva ante los sucesos del día a día. Las cosas no se hacen bien, no nos importa el resultado, no prestamos atención a las explicaciones. Acudimos cada día a trabajar, pero no realizamos las labores con precisión. No cumplimos los deberes a cabalidad. Si bien es cierto que trabajamos por necesidad, no es menos cierto que debamos hacerlo de una forma responsable, organizada.
La ética es prácticamente inexistente. Las cosas se hacen al vapor. Sin rumbo, sin orden, sin objetivos, así andamos. La estupidez es la reina. Me atrevería a afirmar que estamos construyendo una sociedad caótica. Actuamos sin sentido común, sin miramiento. Andamos como barco a la deriva en los tempestuosos mares del sur polar.
En la era del “Homo Digitalis” aún vivimos como cavernícolas. A nuestro alrededor hay disponibles miles de herramientas para hacernos la vida más fácil, más cómoda. Pero nos resistimos al cambio, desaprovechamos las oportunidades, subestimamos esas herramientas. Es increíble ver como la actitud negativa de las personas ante tales herramientas, las inhabilitan completamente para manejarlas. Da lástima ver como se desperdician tantas cosas buenas.
-Un reflejo de mis últimas semanas-